viernes, 8 de mayo de 2009

A grandes problemas, grandes remedios: huelga general

Noticias de Gipuzkoa. Tribuna Abierta. Por Isi Caballero*

El capitalismo no renace de sus cenizas como Áve Fénix. No. El capitalismo resurge cíclicamente de la devastación provocada por su propia inercia. Renace de la precariedad social y laboral y de la depauperación obrera. Las nuevas, y no tan nuevas, fórmulas de enriquecimiento capitalista de las últimas décadas del siglo pasado y comienzos del actual han creado una burbuja económica que ha acabado por estallar, como no podía ser de otra manera, demostrando el vacío sobre el que se sustentaba. Era lo previsible, por mucho que se intente considerar como válida la fórmula de obtener riqueza y beneficios multimillonarios con el sólo aporte monetario y la especulación con respecto al valor real de "activos" e "inmuebles".

Quienes pretendían hacer dinero sin contar con la imprescindible intermediación del sector obrero han visto su castillo de naipes caer estrepitosamente. El problema, como siempre, es descubrir sobre quién ha caído la carga de tal fracaso: las capas populares, que sin comerlo ni beberlo deben ahora hacer frente a una crisis adquirida por obra y gracia del gran capital y sus mejores defensores, los gobiernos europeos y norteamericanos principalmente. A su vez, cientos de pueblos y naciones han sido esquilmados por la rapiña imperialista "primermundista" y, vergonzosamente, buena parte de los sectores pseudoizquierdistas europeos (léase como ejemplos a la socialdemocracia, euro y neocomunismo, algunos sindicatos, etc) han callado, cuando no apoyado descaradamente, el saqueo internacional.

Cuando, a nivel mundial, ni siquiera están garantizados los derechos de millones de personas en conceptos tan básicos como el acceso a una alimentación, sanidad o educación dignos, el capital presume de multimillonarios beneficios obtenidos gracias a esa maldita globalización capitalista en la que grandes empresas tienen carta blanca para esquilmar en cualquier parte del planeta, pero las personas tienen restringido el movimiento migratorio. Los habitantes del Sur sólo tienen derecho, al parecer, a ser expoliados sin cesar; pero jamás a disfrutar del reparto de una riqueza producida, en buena parte, por ellos y ellas mismas. Aquellas personas que procedemos de otros pueblos somos también parte del éxito o del fracaso de los vaivenes socioeconómicos del "norte", con la sangrante peculiaridad de que sólo se nos reconoce la posibilidad de ser protagonistas en las estadísticas de desempleo, marginalidad o tasas de delincuencia; curiosa manera de tratamiento de un porcentaje elevado de mano de obra que también produce riqueza y participa activamente en el mantenimiento de ese mal llamado "estado del bienestar" (¿bienestar de quienes?).

En nuestra tierra, en Euskal Herria, geográficamente enclavada en el corazón de la bestia imperialista, la Europa del capital, la afección de este ciclo de recesión económica está caminando a pasos agigantados. Miles de obreros y obreras engrosan las filas del Inem y otros miles se desayunan cada mañana con la noticia de un nuevo expediente de regulación (ERE) aceptado por la administración o presentado por el sector empresarial. Las capas populares más desprotegidas, migrantes, jóvenes y mujeres principalmente, ven desaparecer las bases de su sustento sin atisbar una señal positiva de cambio. Pero esta situación no ha sido provocada exclusivamente por los grandes capitales internacionales ajenos a nuestro entorno más próximo; los y las cómplices locales se hacen necesarios en este juego de intereses monetarios. Sin dejar de lado la lucha global, al pueblo vasco le toca solucionar los desmanes, que no son pocos, creados por la jauría gobernante en tierras vascas. PNV, PSOE, PP, UPN en Hegoalde y UDF o PSF en Ipar Euskal Herria, junto a la comparsa política y sindical que les acompaña, como buenos devotos del "neoliberalismo" transnacional, nos quieren hacer caer una vez más en su manida trampa. Nos presentan los ciclos económicos como resultado de una trayectoria natural en la que la oferta y la demanda imponen épocas de recesión o auge. Día sí y día también nos hablan desde el FMI, Banco Mundial u otras instituciones supranacionales de lo coyuntural de la situación y de que la actual recesión tocará fondo en breve. ¡Mentiras! El gran capital, que es quien maneja los hilos macroeconómicos mundiales y locales, ya ha conseguido su objetivo: la concentración de la riqueza en sus manos. Mientras las pequeñas empresas y autónomos deben pelear cada día por salir adelante; cuando miles de langileak ven peligrar sus puestos de trabajo y otros y otras ya lo han perdido, las aves de rapiña que hacen nido en los consejos de administración de grandes bancos o macroempresas multigremiales pregonan a los cuatro vientos sus inmensos beneficios. Ante semejante desfachatez, los gobiernos de turno recopilan fondos millonarios públicos y los ponen en manos de sinvergüenzas sin escrúpulos en lugar de aportar tales fondos para las necesarias inversiones sociales reclamadas por los distintos agentes que trabajan en el ámbito popular. Y aquí surge otro gran problema: pese a la histórica lucha político-sindical que el pueblo vasco ha liderado en esta parte de Europa en la que se enclava, las herramientas que nosotros y nosotras podemos utilizar como pueblo encadenado se hacen insuficientes. Se hace imprescindible, ahora también, un doble juego de liberación social y nacional que nos aporten los instrumentos referenciales identitarios (sin dejar de lado la necesaria pluralidad) para enfrentarnos a la realidad mundial de esta crisis provocada por los agentes capitalistas.

El capital no ha perdido fuerza ni poder pese a lo que ahora ellos llaman recesión económica. Se ha agazapado en su cueva y pretende salir indemne de la fractura económica que ellos mismos han creado. Pero lo que ya no puede esconder son las consecuencias negativas de su práctica. Nadie, salvo ellos y ellas mismas, es capaz de negar que ha sido la especulación bursátil, la burbuja financiera e inmobiliaria, el expolio de los países del Sur, las exigencias de la patronal sobre contratación y despido, etc… los principales factores en el empobrecimiento y la precarización del proletariado. Es por esto por lo que una mayoría social ya hemos dicho basta y nuevamente queremos denunciar las miserias del capitalismo; la lucha de clases no es una cuestión del pasado si no que ahora, más que nunca, se hace imprescindible; al igual que es necesaria una acumulación de fuerzas sociales y sindicales que ponga en marcha al pueblo. Y es aquí donde debemos incluir a aquellas bases sociales obreras que por unos motivos u otros han ido apoyando hasta ahora a aquellos lobbys políticos causantes del desastre económico actual. Conseguir este último objetivo no es tan difícil hoy por hoy ya que han sido sus propios líderes (políticos y sindicales) los encargados de desenmascarar la verdadera naturaleza de su hacer político: el beneficio monetario puro y duro.

Aquí, en Euskal Herria, ya hemos comenzado a dar pasos en tal dirección. La plataforma Herria Abian, compuesta por decenas de organizaciones sindicales y sociales, apoyada por cientos y cientos de personas de todos los pueblos y comarcas de nuestra tierra, se ha puesto en marcha. Unido a ello, la mayoría sindical vasca nos anuncia una jornada de huelga a la que deberíamos añadir también de lucha; esto empieza de nuevo a sonar bien. No es momento de desaprovechar los vientos favorables. Por lo tanto, toca ahora exteriorizar nuestro desacuerdo y nuestra protesta en la calle y en todos los foros en que la oportunidad esté de nuestra parte. No podemos permitir una nueva refundación del capitalismo. Es hora de comenzar a romper cadenas e instaurar un nuevo sistema más justo y solidario en el que la relación socioeconómica y cultural entre los distintos pueblos del mundo, en libertad y de forma autogestionada, sea una realidad. Gora herria! Kapitalismorik ez!

* Miembro de Anitzak Ekimena y de la plataforma Herria Abian

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